Es frecuente que las personas lleven donaciones a las bibliotecas.
A veces guiadas por el cariño a su vieja escuela o universidad, a veces porque son socios y usuarios de la biblioteca del barrio, a veces cumpliendo con un legado, a veces porque no saben qué hacer con todos esos libros y materiales propios o ajenos.
Esas donaciones a veces son motivo de alegría para una biblioteca. Permiten acceder a títulos costosos o fuera de circulación, editados en otros países, o a más ejemplares de aquellos títulos de uso tan frecuente que los ejemplares disponibles nunca alcanzan.
Pero otras veces... una donación es un castigo. Libros viejos, deteriorados y hasta enfermos, capaces de contaminar a toda una colección. Títulos desactualizados o sin ningún valor intrínseco. Temas ajenos a los intereses de la biblioteca.
En fin, que un libro como tal es simplemente un objeto y su contenido puede ser una obra maestra o una tontería irrelevante.
Otro tema a tener en cuenta es que, si bien las bibliotecas no pagan por esas donaciones, las mismas implican muchas horas de trabajo de su personal y eso representa un costo importante.
Desde la recepción, la revisión del estado físico, las reparaciones necesarias, el sellado e inventario de cada ejemplar, los procesos técnicos y aquellos otros que sean necesarios según la modalidad de cada biblioteca.
En algunos casos vale la pena. En muchos casos, sólo sirve para hacer un importante gasto de horas de trabajo y ocupar lugar en la estantería acumulando polvo.
Para ayudar a las bibliotecas a regular y administrar el tema de las donaciones, la Sección de Adquisiciones y Desarrollo de las colecciones de IFLA ha elaborado su Reporte Profesional 121: Donaciones para las colecciones. Directrices para las Bibliotecas, disponible en el sitio web de la organización.
A veces guiadas por el cariño a su vieja escuela o universidad, a veces porque son socios y usuarios de la biblioteca del barrio, a veces cumpliendo con un legado, a veces porque no saben qué hacer con todos esos libros y materiales propios o ajenos.
Esas donaciones a veces son motivo de alegría para una biblioteca. Permiten acceder a títulos costosos o fuera de circulación, editados en otros países, o a más ejemplares de aquellos títulos de uso tan frecuente que los ejemplares disponibles nunca alcanzan.
Pero otras veces... una donación es un castigo. Libros viejos, deteriorados y hasta enfermos, capaces de contaminar a toda una colección. Títulos desactualizados o sin ningún valor intrínseco. Temas ajenos a los intereses de la biblioteca.
En fin, que un libro como tal es simplemente un objeto y su contenido puede ser una obra maestra o una tontería irrelevante.
Otro tema a tener en cuenta es que, si bien las bibliotecas no pagan por esas donaciones, las mismas implican muchas horas de trabajo de su personal y eso representa un costo importante.
Desde la recepción, la revisión del estado físico, las reparaciones necesarias, el sellado e inventario de cada ejemplar, los procesos técnicos y aquellos otros que sean necesarios según la modalidad de cada biblioteca.
En algunos casos vale la pena. En muchos casos, sólo sirve para hacer un importante gasto de horas de trabajo y ocupar lugar en la estantería acumulando polvo.
Para ayudar a las bibliotecas a regular y administrar el tema de las donaciones, la Sección de Adquisiciones y Desarrollo de las colecciones de IFLA ha elaborado su Reporte Profesional 121: Donaciones para las colecciones. Directrices para las Bibliotecas, disponible en el sitio web de la organización.
Comentarios
Publicar un comentario