Los libros que no se devuelven son una de las sombras negras de las bibliotecas. Los deudores suelen creer que es algo personal, o el ejercicio de una actividad sensora, pero no se trata de eso.
Los libros que se quedan en las casas, las más de las veces durmiendo su olvido en un estante, son libros que no pueden ser utilizados por otros. Y el principio de la biblioteca es la solidaridad, el compartir.
Esta nota de Yorokobu nos trae historias de lectores morosos a la fuerza:
Los libros que se quedan en las casas, las más de las veces durmiendo su olvido en un estante, son libros que no pueden ser utilizados por otros. Y el principio de la biblioteca es la solidaridad, el compartir.
Esta nota de Yorokobu nos trae historias de lectores morosos a la fuerza:
Los libros que volvieron a las bibliotecas cuando se cayó el
muro de Berlín
9 de noviembre 2019
/ IDEAS por Ana Bulnes
El 12 de agosto de 1961, un habitante de Berlín Oriental fue a la American Memorial Library, una biblioteca americana de Berlín Occidental, y tomó prestados tres libros. Al día siguiente se despertó con la noticia de que no podría devolverlos en un tiempo: durante esa noche la República Democrática Alemana (RDA) había levantado el muro de Berlín. El 10 de noviembre de 1989, al día siguiente de su caída, lo primero que hizo este cumplidor alemán fue ir a la biblioteca y devolver los libros.Esta es una de las historias que cuenta el escritor alemán Peter Schneider en su libro The German Comedy: Scenes of Life After the Wall. A él la caída del muro le pilló en Estados Unidos, pero viajó a Berlín en cuanto pudo y se dedicó a preguntarle a la gente cómo recordaban el 9 de noviembre. Recibió de primera mano la historia del larguísimo préstamo, pero nunca dio más detalles. No sabemos si el señor tuvo que pagar una multa o si le valió la excusa «es que el muro» (suponemos que sí); no sabemos qué libros eran; no sabemos qué sintió al devolverlos.Hasta hace unos años, esta era la única historia conocida de préstamos bibliotecarios que duraron varias décadas por culpa del muro, pero era fácil adivinar que tenía que haber más. Al fin y al cabo, antes del 13 de agosto de 1961 los berlineses cruzaban de un lado a otro –con sus problemas, pero cruzaban– para cosas tan normales como ir a la biblioteca. La división definitiva tuvo que pillar a más de uno con libros prestados del otro lado en casa.En 2013, mientras hacía una investigación en la misma biblioteca americana, la artista holandesa Eva Olthof descubrió una historia con más detalles y mucho más fascinante: en los archivos encontró una carta y dos manuales de italiano.
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